Estás imágenes no son bonitas, ni artísticas, ni
agradables. Son crudas, como la realidad en que fueron tomadas. Pueden producir
malestar, asco, herir susceptibilidades, y lo dice alguien que ha publicado
fotos de cadáveres de seres humanos y fotos de mujeres golpeadas pero, por mi
especial cariño por los animales, debo advertirlo a todos aquellos que también
lo sienten.
En Colombia no existe una morgue oficial para
animales. Habrá lugares en los que realicen una necropsia de un animal con
dueño pudiente que se resista a quedarse sin saber por qué murió pero, en
general, a nadie le interesa. Incluso quienes los queremos, sabemos que es difícil
tratar a un animal y que a veces no se logra establecer qué enfermedad tienen. Son frágiles, muy frágiles me han parecido siempre, y no hablo de peces de
acuario o de hamsters, hablo de perros y gatos como las mascotas más comunes.
Se mueren, si tenemos suerte sobrepasan la década con nosotros, nos duele y
mucho, pensamos incluso, en el periodo de duelo, en no volver a tener mascotas
pero se aparece luego alguno o alguna en tu camino y te mira con esos ojos…
Algunos les dan sepultura, existen cementerios de mascotas con todo y lápidas, otros los incineran y guardan las cenizas, otros simplemente los dejan en manos de personas que conocen las normas sanitarias para disponer del cadáver. Este no es el caso.
La tanatopraxia natural es la que practica la tierra
y el aire, los carroñeros, las bacterias y los hongos. Es el bisturí del tiempo
que va limpiando los huesos de los animales que mueren a la intemperie. Pero lo
crudo de las imágenes que hoy comparto está en el “desencarte” premeditado de
que fueron objeto estos animales por parte de los humanos con quienes
sobrevivían, porque me arriesgo a decir que no les daban buen trato como nos lo
dicen esas “evidencias” de lazos aún al cuello de las osamentas.
Las tomé y las
publico porque se han vuelto una torturante visión diaria en esta mi nueva y,
por demás, pacífica vida. Arrojados a orillas de las carreteras en bolsas o en
costales, algunos incluso sin ese último cobijo, si se puede llamar así. Me los
encuentro como si me llamaran y lo peor es ver diariamente, en las calles de
este pueblo, el maltrato que parece preceder a esos despojos, los animales que
van por ese rumbo que incluso se desea al menos rápido para evitar sufrimiento.
Algo cultural, dicen algunos, nadie ha enseñado a estas personas a tratar a los
animales como iguales, como seres que sienten y sufren, de hambre, de sed, de
frío, de desamor. Se puede ver que el gato es para que mate las ratas y el
perro para que cuide la finca o la casa, amarrado afuera, a la buena de dios,
igual que se da su descomposición después de muertos, sin ninguna gratitud
siquiera por haber cumplido ese ingrato oficio que se les encomendó.
Bendita es la muerte para estos animales y si
pudiera andaría con un galón de Eutanex. Me maravillo de ver como la muerte los
va disecando hasta hacerlos parte del camino para no dejar huellas de las
atrocidades de los hombres.
No hablaré siquiera de si son un problema de salud pública. El ser humano es un problema de salud pública.
No hablaré siquiera de si son un problema de salud pública. El ser humano es un problema de salud pública.