Marca Registrada fue mi trabajo final en el curso de fotografía profesional en Zona Cinco a mediados de 2013 pero por diferentes razones sólo ven la luz en este momento. Principalmente trabajo de edición y la creación del texto que las acompaña y las define, que transcribo acá a continuación del enlace en el que encontrarán las fotos y unas cuantas de ellas. Espero que les gusten.
MARCA
REGISTRADA®
Coca Cola,
Adidas, Nike, Playboy, Absolute, Café de Colombia, Nintendo, Dior, Calvin
Klein, Mercedes, Pepsi, Nestle, Benetton, Versace, Armani, Hugo Boss,
McDonalds, Roche, Bayer, Johnson & Johnson, son infinidades las marcas
registradas, nacionales y extranjeras, y cada día hay más. Llegan, se instalan,
logran su cometido algunas y se quedan en la memoria (con mis gudis soy feliz,
Milo te da energía, tomémonos un tinto, seamos amigos), otras pasan al olvido
abriendo campo para que lleguen nuevas con más fuerza. ¿Por qué, entonces, no
ha podido pasar la marca registrada de la violencia como marca colombiana por
excelencia? ¿Porque aún la seguimos viviendo, quizá? Es probable. Es una de las
cosas que exportamos en noticias constantes junto a la cocaína y el café por el
que todos los colombianos deberíamos ir de carriel, poncho y sombrero. Algo
como la violencia, que existe desde los principios de la humanidad y que parece
nunca pasar de moda, produce marcas perennes e imborrables, las víctimas así lo
pueden atestiguar, sus huellas quedan para siempre. Bien lo sabemos los
colombianos que miramos con escepticismo la idea de que la paz llegue algún
día, de que se pueda vivir sin la violencia. No hablemos sólo del conflicto
armado, hablemos de la violencia de todos los días, con la que nos enfrentamos
en el diario vivir, la que cargamos todos como mecanismo de defensa, la
hipérbole de la ley del más fuerte. Nosotros mismos llevamos atada al cuello la marquilla de “violence”, como una etiqueta, como una prueba de
originalidad que no puede desprenderse y con la que nos identifican y nos
identificamos. Todos podemos contar alguna historia de un muerto o de un acto
violento del que hemos sido testigos o partícipes, o de un narco de poca o
mucha monta que conocimos, o de alguno que torció definitivamente el camino y
tiene en la violencia su pan de cada día. Crecimos inmersos en la violencia
como crecimos tomando coca cola o viendo a los mayores ingerir alcohol a la
menor oportunidad, como crecimos viendo evolucionar los patrones de la moda y a
las modelos mismas, como crecimos deseando unos tenis adidas o Nike, como
crecimos sabiendo que el café es nuestro producto más insigne, como crecimos
creyendo que Botero era el único pintor colombiano y García Márquez el único
escritor. Hay cosas que se adhieren a uno como el sudor que no se lava, como el
polvo de la calle o el humo de los carros: sin que lo veamos. Así está adherida
a nosotros la imagen de un país violento, de gente violenta que se agrede en
los triunfos y las derrotas por igual, que no necesita excusas, que se va a
otros países a contribuir con la delincuencia del lugar, a imponer nuestros
modos en lugares en los que son desconocidos, a aprovechar la tan mentada
“malicia indígena”. Violentos, peleadores y borrachos. Esas fueron las tres
palabras con las que alguna vez escuché a un extranjero definirnos. Después,
como intentando remendar, dijo: ¡Ah, pero muy trabajadores! Es por eso que
nuestras marcas propias serían:
1.
Absolute Formol: formol de alta pureza,
perfeccionado en los años y años de uso constante para conservar mejor nuestros
cadáveres.
2.
After-Cola: Bebida para calmar la sed eterna que
deja todo lo que no se pudo experimentar en vida cuando nos es arrebatada por
la violencia.
Nuestras
publicaciones:
3.
Play Dead: el juego de los muertos, jugar a la
muerte, a la ruleta rusa, el juego de la pornografía de la violencia para
calmar nuestro morbo.
4.
Thanato Fair: La feria de Thanatos, la feria de la
muerte, la feria de las prepago, de la mafia del modelaje y la televisión, de
los traquetos. Un espacio donde admirar toda la farándula criolla.
5.
National Sociography: Explora tu mundo violento,
admira la naturaleza humana en sus más oscuras facetas, la sociedad en imágenes,
sociografía nacional.
6.
Zapatos de producción nacional marca batidas, para
que puedas correr, huir, escapar de los ladrones o la policía, de la
inseguridad o la represión, con cordones de fibra de cáñamo, también producto
nacional. Larga duración para largas carreras.
7.
Por último, tal vez nuestra marca más importante, el
único producto que en poco tiempo podremos exportar: Fe de Colombia, esperanza
de Colombia, ingenuidad de Colombia, anhelos de Colombia, de que algo cambie
alguna vez, de que nuestras oraciones sean escuchadas, de que la violencia no
nos alcance ni llene nuestras almas. Fe de Colombia, tómela caliente y en
familia. Disfrute su aroma, deguste su sabor a derrota con canela y clavos. Fe
de Colombia, 100% calidad de exportación. Inquebrantable.
Si trabajas
con la violencia en Colombia, o la estudias, no podrás decir que estas
denominaciones de origen, estos sellos de procedencia, estas marcas registradas
son inmerecidas o infundadas pero, si has vivido en Colombia la mayor parte de
tu vida, sabes también que no todas, ni siquiera una mayoría, de las personas
que conoces son violentas. Depende, claro, del círculo en el que te
desenvuelvas y de las condiciones de vida, pero en general es así. No nos
identificamos, o al menos no deberíamos hacerlo, con la marca que nos vende ni
con su eslogan. Es por eso que debemos reflexionar con frecuencia a ese
respecto, ser conscientes de la marquilla que se nos ha impuesto y que molesta
como etiqueta de camiseta nueva que terminamos cortando. Debemos cortar nuestra
etiqueta, aunque por un tiempo nos sintamos huérfanos de marca, sin
identificación. Sé que no demoraremos mucho, cada uno, en encontrar una nueva
etiqueta en el sombrero “vueltiao”, en las mochilas guayú, en las pulseras
Embera, en las molas Kunas, en las camisetas de la selección Colombia, en una
frase de Jaime Garzón, en una canción de Shakira o de Juanes, en un poema de
Juan Manuel Roca o de María Mercedes Carranza o de Porfirio Barbajacob o de
José Asunción Silva; en una ruana de Nobsa o en una carranga de Jorge Velosa o,
por qué no, en una frase de Vargas Vila o de Fernando Vallejo, en una canción
de los aterciopelados o de las 1280 almas, en una pintura de Débora Arango, en
un poema nadaista o hasta en un vallenato de Diomedes. ¡Qué Carajo!
Ya se ha
hecho, aunque por personas y con fines que no me generan mucha confianza, por
eso repito: CADA UNO.
Tenemos
identidad o, mejor, identidades ¡Y muchas! Marcas que ponerle a nuestro vestido
de piel relleno de alma. Nuestra cultura no está hecha de los elementos
impuestos por la modernidad y la posmodernidad, no somos Nike, ni Reebok, ni
adidas, ni coca cola, ni Pepsi, ni Nestle, ni Dior, ni Calvin Klein, ni Toyota,
ni Mazda, ni Chevrolet, no somos Absolute, ni McDonalds, ni Roche, ni Bayer, ni
Johnson & Johnson, no somos Mac, ni Samsung, ni Nokia, no Sony Ericson, ni
siquiera tan sólo Café de Colombia. Tal vez sí Fe de Colombia que es 100%
calidad de exportación. Venimos de hermosas tradiciones y costumbres que nada
tienen que ver con la violencia, poseemos talento en muchas áreas y no solo en
la mal entendida “malicia indígena” o en el narcotráfico o en los tapados o la
corrupción. Si una institución como Medicina Legal, y los forenses que allí
trabajan, llega a ser reconocida a nivel internacional, no debe ser por la gran
cantidad de casos que vemos, ni por las atrocidades que manejamos que no se ven
en otros países, sino por la investigación, por la dedicación, por el
mejoramiento académico y por la calidad profesional inherente en sus peritos.
Esa debe ser la marca de nuestra ropa de trabajo, al igual que la de cada
colombiano debe ser una que motive el orgullo y no la vergüenza.
Es por eso
que las fotos deben reflejar lo contrario: No queremos durar más por el
Absolute Formol de la muerte, nuestra sed eterna deben ser por alcanzar
nuestras metas y no por simple dinero o poder a cualquier precio, la after
cola; nuestra vanidad no debe conducir al Thannato Fair, no debemos contribuir
con la pornografía de la violencia, con el marketing de la violencia, no
debemos contribuir con el Play Dead; no debemos esperar hasta que las batidas y
los golpes nos dejen en los huesos pero, sobre todo, nuestra sociografía no
debe ser la violencia ni la muerte. Nuestros valores deben ser los que tengan
calidad de exportación aunque, a diferencia del café, el mejor producto debería
permanecer aquí. Por voluntad propia, cuando ya no haya deseos de huir para
poder esconder la marquilla en otro lado, cuando podamos exhibirla con orgullo
en cualquier parte, cuando Colombia sea el mejor lugar para vivir. Y la muerte,
la muerte debería ser tan solo un hermoso bodegón y no la presencia constante
que nos atemoriza y enferma, debería ser ese destino natural al que algún día
llegaremos y no esa condena prematura impuesta sin juicio previo a que estamos
acostumbrados. Y la violencia un fantasma, una marca pasada de moda, un
producto que sacaron del mercado por dañino y que se lleva en la memoria como
un mal sabor, como el regusto de una fruta podrida, como el recuerdo de una
marca de ropa que salió muy cara y muy mala, que se destiñó en la primera
lavada, para no olvidar que no se puede volver a comprar y mucho menos volver a
llevarla puesta y que nos identifiquen con ella.
Observen
bien las fotos, que las imágenes sirven más que las palabras para no olvidar.
Recuerden lo que cada una representa y no lo olviden, que queden en su memoria
como marca registrada de la memoria misma, la marca de lo que debe cambiar. No
se queden en lo obvio: que el alcohol es un gran asesino en nuestro país y nos
convierte a todos en uno potencial, que la Coca-Cola hace daño y que su omnipresencia es una
forma de violencia, que la pornografía, la explotación femenina, los modelos
impuestos de belleza y la represión también lo son, que lo único que nos queda
para exportar es nuestra fe. Son cosas ciertas todas, pero hay que ver un poco
más allá para poder evadir las etiquetas, para no ser productos en serie, no
ser harina del mismo saco, cortado con la misma tijera, no ser parte del resto
del saco que se dañó por una sola manzana podrida, figurín de molde, marca
registrada de nosotros mismos.