QUE ES Y QUE NO ES ARTE FORENSE

¿QUE ES NUEVO ARTE FORENSE?
Tradicionalmente se ha considerado arte forense a la utilización de técnicas artísticas, predominantemente de las artes visuales, en conjunción con conocimientos provenientes de diversas disciplinas científicas y tecnológicas con la finalidad de crear imágenes que podrán ser utilizadas como instrumentos de investigación dentro de la procuración y administración de justicia. Esta noción, sin embargo, despoja al arte de algunas de sus características habituales como la libertad expresiva y la subjetividad del artista al crear. El arte forense que ahora proponemos es arte verdadero inspirado en la labor forense, arte en respuesta a la violencia y al servicio de la justicia pero en la forma en que el arte siempre lo ha hecho: generando sensaciones, ayudando a tomar conciencia, siendo en sí mismo una alternativa diferente a la violencia. El nuevo arte forense pretende utilizar la especial sensibilidad de los artistas, y el poder para conmover que tiene el arte, en la búsqueda de soluciones al conflicto que desde hace tanto se vive en nuestro país al igual que en muchas otras partes del mundo.

¿QUE NO ES NUEVO ARTE FORENSE?
El nuevo arte forense no es amarillista, no pretende utilizar la violencia como publicidad o herramienta vendedora sino combatirla y repudiarla, no pretende repetir la realidad sino intentar transformarla. Arte forense no es solo el arte que surge del interés por la muerte o relacionado a ella, no es arte surgido de la morgue sino el que surge, como ya se dijo, inspirado en la labor forense y en el trabajo con las víctimas de la violencia, tanto vivas como fallecidas, y en todos los aspectos que rodean a sus historias.

CONVOCATORIA.
La invitación es para todas las personas que se desempeñen en el campo forense en cualquiera de sus ramas o que trabajen con la violencia o sus víctimas y que tengan intereses o habilidades artísticas; los artistas interesados en usar su arte para volver a la violencia contra sí misma; las personas, en general, con sensibilidad y deseos de aprender a usar el arte como respuesta.

Ángeles Bocarriba

Exposición fotográfica acompañada de textos literarios con la cual se inauguró la línea de trabajo del nuevo arte forense en el año 2008.

Cementerio Central de Bogotá

El Cementerio Central de Bogotá es el cementerio más antiguo y reconocido en la ciudad de Bogotá. Por su significado histórico, valor arquitectónico y cultural fue declarado Monumento Nacional por el decreto 2390 del 26 de septiembre de 1984.

Mírame a los ojos

Fotografías de mujeres víctimas de la violencia de género, acompañadas de fragmentos del texto Mírame a los ojos presentado en el XV Congreso Nacional de Medicina Legal y Ciencias Forenses. Bucaramanga-Colombia. Noviembre 2010, disponible en https://docs.google.com/viewer?a=v&pid=explorer&chrome=true&srcid=0B284aIf6lta2Zjg5NmE4MTUtNThmYS00YTkzLTljOGYtMDk0YWQzNmRhMjBm&authkey=CMSel6gE&hl=en

Noviembre 2012: Usamos la tecnología para nuestro beneficio, usamos instagram para captar momentos felices y que se vean más felices. Hay otras realidades que pueden evidenciarse con la misma tecnología. En este caso, la violencia contra las mujeres.

viernes, 26 de agosto de 2016

JILL FREEDMAN - EL COLOR DE LA VIOLENCIA

"The colour of violence is not red, like ketchup, is gray like dead". Jill Freedman.

Esto es sólo una pequeña muestra de una pequeña parte de todo el trabajo de esta magnífica fotógrafa.




jueves, 19 de noviembre de 2015

Efímera Exhibición de la Muerte


La muerte se exhibe a sí misma. La encontramos en pastizales o en una avenida, en las fauces de un gato o entre cientos de hormigas. Casi siempre efímera. Desaparece sin dejar rastros. La vida (bacterias, hongos, hormigas, gusanos...) se encarga de ello. Incluso lo que se pueda registrar es pasajero.



miércoles, 28 de enero de 2015

A JENARO MEJÍA KINTANA. (1957-2015)

El nuevo arte forense no existiría sin la ayuda de Jenaro Mejía Kintana. Él fue el ilustrador de mi libro “Apología de la Ternura” con el que intenté inaugurar esta nueva línea de trabajo pero, más que eso, fue la inspiración para encontrar la manera de contar las historias que componen el libro y lo siguió siendo para cada trabajo que he realizado desde entonces. Sus enseñanzas me llegaron tanto de su obra como de la persona que era. En su obra encontré a mi país, encontré a Colombia y también a Latinoamérica, encontré la violencia, encontré la muerte, encontré el miedo y la tristeza, encontré el dolor, pero también encontré la ternura, el amor, la solidaridad, la amistad, el compromiso, la alegría y la vida. Podía unir tantas contradicciones por medio de colores y de líneas que lo decían todo, por medio de materiales que venían ya impregnados de la tragedia y a la vez de la fuerza para superarla. 


(De la serie: La Oscuridad. 2009)















Por eso, en Apología, intenté mostrar la ternura en la labor forense, en la violencia que se evidencia en ella. Jenaro me mostró el camino. La persona lo hizo al compartir conmigo la alegría y la bondad que siempre supo conservar a pesar de las dificultades, de haber sido testigo de tantas cosas y de sentir tanto; me enseñó la humildad, en todo momento y más ante los halagos y los supuestos triunfos o reconocimientos; me enseñó que se puede ser bueno entre malos, que se puede ser feliz en medio de la tristeza y de las preocupaciones; me enseñó El Arte, a sentirlo, a vivirlo, a creer en él y en el colorido y sustento que le brinda a un mundo que, como él mismo lo dijo, parece derrumbarse. En su amistad, que era más una hermandad, encontré aliento para seguir mi camino.

(De la serie: La Sequía. 2007)
 Su trabajo parecía inagotable, al igual que su mirada. En el tiempo que lo tuve cerca vi a través de sus ojos a Urabá y su belleza, al igual que la violencia que ha sufrido (Desde que lo conocí dije que pintaba a Urabá como a mí me gustaría poder escribirla), vi a los desplazados en su eterno peregrinar, vi a los niños de la calle, vi a todo el pueblo latinoamericano recorriendo Los Andes, vi las fosas comunes, vi los cementerios y la belleza que hay en ellos, al igual que la hay en la muerte si se sabe ver, vi osamentas abandonadas en desiertos con cielos atestados de gallinazos, vi banderas que dejaban de ser significantes para ser significados, vi valientes mujeres cargando con todo el peso del mundo, vi la religión, la política, vi a los seres humanos reducidos a líneas que eran mucho más hermosas de lo que pueden ser la carne y los huesos. 

(De la serie: Los Andes. 2007)

 (De la serie: Banderas: 2008)













Vi a la materia cobrar vida y sentido: pintaba en las tablas que habían pertenecido a las camas, puertas y ventanas de gente asesinada y en las cajas de cartón usadas para transportar el banano que tanta violencia ha generado en Colombia y en América; utilizaba como pigmento la tierra de diversos lugares de nuestra geografía y sabía recrear con ella ese espacio y su historia; objetos abandonados, troncos tirados por ahí, alambre de púas, latas, cables, hilos, telas de los pasacalles de las campañas políticas y un sinfín de cosas que podrían ser consideradas por algunos como basura, le servían para crear seres maravillosos, tótems primitivos, instalaciones llenas de vida, hormigueros, bosques, selvas. Sabía conversar con cada elemento que pudiera convertirse en parte de su obra y darle el rol que merecía dejando al descubierto grietas, arrugas (adoraba el papel y entre ellos el Kraft), clavos, marcas, palabras impresas. 




(Niños de la calle. 2007)

Pintaba con brea (Alquitrán), la de las calles, la del asfalto, con cal, con carbón, con lo que fuera que brindara significado. También con óleo, vinilo y materiales tradicionales y también lo hacía en lienzo y también dibujaba y tallaba y esculpía y grababa y escribía… incansablemente y sin agotarse, es decir, sin repetirse pero con un estilo tan característico y único como el que sólo grandes artistas logran. Que no se puede confundir la aparente simpleza que buscaba en sus trabajos con carencias que no tenía. Su maestría consistía en decir lo que quería en unos pocos trazos. También en su manejo del color, de los colores, los primarios (amarillo, azul y rojo) y los que él llamaba primitivos (rojo, negro y blanco), las tres razas que él decía.

 

(De la serie: Lugar Común. 2007)      (De la serie: Católico, apostólico
                                       y romano. 2008)

Mucho más se puede decir de su trabajo pero no soy experto en el tema y no quiero divagar ni dejarme llevar por las emociones sin fin que me llenan con el recuerdo de la pequeña parte que conocí. Pero puedo seguir un poco más con la persona. Hablar con Jenaro era como sentarse ante un gran banquete en el que todo es nutritivo: la música que se escucha, el cigarrillo en los dedos, el café oscuro o la cerveza sobre la mesa, las noticias que ruedan, los gestos que se regalan, las miradas que se entienden, las risas estruendosas pero, tal vez más que nada, las palabras dichas y los sentimientos compartidos. En esa mirada de artista-genio podía uno percibir cómo en su cabeza se iban elaborando grandes obras de todo lo que fluía en el ambiente; cómo su sentir exagerado, sobrestimulado por su alma de artista, se estremecía ante ciertas noticias, ante cierta música, ante ciertas pinturas al igual que ante otras cosas que podrían parecer nimiedades. Y a la vez, todo lo que de él provenía era alimento para los presentes. Un gran banquete. 

 (De la serie: Lugar Común. 2007)
Es por eso que recuerdo tan bien las conversadas en la tienda “El Andariego”, detrás del apartamento que habitaba en Palermo, donde, según Jenaro, no servían café si no aguafé pero se soportaba tan solo por lo bonito que le sonaba ese nombre: El Andariego. Por eso recuerdo cada que puedo el viaje al páramo de Sumapaz con Juan Gil, a un trueque con los habitantes de la zona (casi incomunicados por los grupos armados) al que Jenaro llevó unas postales y unos grabados y Juan llevó unos libros suyos que nadie quiso (ni las postales, ni los libros porque en esos lugares alejados de la mano de dios nadie enseña para qué sirve un libro o una pintura) y que guardaron con orgullo antes de que todo finalizara para tener tiempo de ir a oler los frailejones, recoger tierra morada del suelo, palpar la humedad en el musgo, oír silbar el viento del páramo y susurrar las bellezas de ese lugar de suma paz que era Sumapaz.

(Vírgenes de Bojayá. 2002)

Jenaro fue en sí mismo una obra de arte con su carita de hombre trabajador, con su pelo negro, crespo y denso, con sus ojos siempre inocentes, nunca manchados de la más mínima sombra de mezquindad, con su eterno bigote enmarcando la boca en cada gesto, con su pinta humilde que exhibía con el mismo orgullo aquí o en Francia, con su bata manchada de pintura, con su mochila guajira terciada, con su hablar siseado, paisa, con su risa y el ligero olor a leña que emanaba de él en los abrazos innúmeros que nos regalamos, en lo entregado que era con las personas, con los amigos, pero a la vez su capacidad de conservar y defender su soledad para poder trabajar; en su imaginación prodigiosa, en su capacidad para percibir la belleza donde pocos la ven y en su talento que aún me asombra. Su obra queda como selva virgen en un planeta cada vez más desértico pero su ausencia aumentará la sequía y la obra que dejó sin hacer será como miles de hectáreas que se quedan sin reforestar.



Por todo lo anterior, no habría Nuevo Arte Forense sin Jenaro Mejía Kintana y por eso hoy quisiera darme el atrevimiento de otorgarle el título de cofundador de esta línea de trabajo, de este blog y de todo lo que ha surgido de ello.

A mi hermano Jenarito, con toda la tristeza y el cariño.


Cajicá. Enero 28 de 2015.


(De la serie: La sed eterna. 2014)












Pdt: Aún nos debemos una página más completa con la obra de Jenaro Mejia Kintana, pero por lo pronto aquí está su blog y dos videos de youtube que hablan de su trabajo:





VIVIAN MAIER, HEROÍNA Y VILLANA DE SU PROPIA HISTORIA

Desde que empezaron a aparecer en las redes sociales noticias sobre la maravillosa fotógrafa que vivió toda su vida como nana, en el anonimato cuidando los niños de otros, hasta que un joven compró unas cajas de rollos de fotografía en una subasta y empezó a revelar la calidad de sus fotos, me interesó la historia por el lado artístico, por la calidad de las imágenes, la intimidad con los retratados y a la vez la discreción de la fotógrafa, sus misteriosos autoretratos y, obviamente, el que una persona autodidacta tuviera esa pasión por la que parecía no desampararse de su cámara y aún así nunca intentar ser reconocida.




Tras ver “Finding Vivian Maier”, el documental que John Maloof (descubridor de los negativos) y Charlie Siskel hicieron sobre como fueron averiguando poco a poco quien fue Vivian Maier a través de entrevistas con sus antiguos jefes, amigos y los niños que cuidó (ya crecidos), encontré otra cara más interesante aún de ella, más forense si se quiere, una cara más oscura pero a la vez más hermosa a mis ojos: Vivian Maier como una posible enferma mental, obsesivo compulsiva, tal vez, con una obsesión casi morbosa por las noticias de asesinatos y de asesinos, coleccionando montañas de periódicos como coleccionó montañas de negativos; Vivian Maier y sus fotos como voyeurismo y a la vez como investigación casi policiaca de sus sujetos; Vivian Maier como víctima a su vez de posibles abusos que la hicieron temer por siempre a los hombres y permanecer soltera y solitaria toda su vida; Vivian con tendencia también a ser la nana maltratadora con los niños, la que los hacía caminar kilómetros mientras buscaba sus fotos, la que los dejaba solos mientras obturaba; Vivian la camaleónica, la que cambiaba de nombre constantemente y para unos era Ms. Maier, para otros Mrs. Maier, para otros Viv, para otros Vivian, para otros Didian; la que siempre se hizo pasar por francesa a pesar de haber nacido en Nueva York, de la que al parecer no sabían realmente nada ni los padres que le encargaban a sus hijos, ni sus “amigas”, ni los familiares que no tenía; la que siempre gustaba de vivir en pequeños cuartos o áticos bajo llave, encerrada con sus obsesiones.






Todos estos datos que para muchos la bajarían de su trono, que harían que la empezaran a mirar con sospecha, para mí la convierten en ser humano, en uno bien particular, lo que explica su mirada en las fotos, con sus ángeles y sus demonios, con un espíritu investigativo y forense, nacido de traumas previos o de enfermedad mental o simplemente de su personalidad, una mujer aguda, inteligente, curiosa, valiente, atrevida y con carácter, mezcla que a tantos pone a temblar hasta el punto de preferir llamarla loca que aceptar que era excepcional y superior a muchos y a muchas. Un fantástico personaje de literatura, de novela policiaca o de misterio, un personaje con luz y oscuridad que para colmo dejó en la vida real una inmensa colección de hermosas fotografías que muchos amateurs envidiamos y adoramos. Vivian Maier de los mataderos, Vivian de los animales muertos junto a las aceras, Vivian de los tachos de basura, Vivian de los barrios bajos y la gente de la calle, Vivian de la escena del crimen. Vivian Maier, artista forense.



Imágenes disponibles en: http://www.vivianmaier.com/

Bogotá D.C.

Presentación fotográfica homenaje a la ciudad de Bogotá que ha inspirado, con su hermoso caos, a muchos buenos artistas y personas que luchan todos los días contra cualquier forma que asuma la violencia en nuestro país.