Desde que empezaron a aparecer en las redes sociales noticias
sobre la maravillosa fotógrafa que vivió toda su vida como nana, en el
anonimato cuidando los niños de otros, hasta que un joven compró unas cajas de
rollos de fotografía en una subasta y empezó a revelar la calidad de sus fotos,
me interesó la historia por el lado artístico, por la calidad de las imágenes,
la intimidad con los retratados y a la vez la discreción de la fotógrafa, sus
misteriosos autoretratos y, obviamente, el que una persona autodidacta tuviera
esa pasión por la que parecía no desampararse de su cámara y aún así nunca
intentar ser reconocida.
Tras ver “Finding Vivian Maier”, el documental que John Maloof
(descubridor de los negativos) y Charlie Siskel hicieron sobre como fueron
averiguando poco a poco quien fue Vivian Maier a través de entrevistas con sus
antiguos jefes, amigos y los niños que cuidó (ya crecidos), encontré otra cara
más interesante aún de ella, más forense si se quiere, una cara más oscura pero
a la vez más hermosa a mis ojos: Vivian Maier como una posible enferma mental,
obsesivo compulsiva, tal vez, con una obsesión casi morbosa por las noticias de
asesinatos y de asesinos, coleccionando montañas de periódicos como coleccionó
montañas de negativos; Vivian Maier y sus fotos como voyeurismo y a la vez como
investigación casi policiaca de sus sujetos; Vivian Maier como víctima a su vez
de posibles abusos que la hicieron temer por siempre a los hombres y permanecer
soltera y solitaria toda su vida; Vivian con tendencia también a ser la nana
maltratadora con los niños, la que los hacía caminar kilómetros mientras
buscaba sus fotos, la que los dejaba solos mientras obturaba; Vivian la
camaleónica, la que cambiaba de nombre constantemente y para unos era Ms.
Maier, para otros Mrs. Maier, para otros Viv, para otros Vivian, para otros
Didian; la que siempre se hizo pasar por francesa a pesar de haber nacido en
Nueva York, de la que al parecer no sabían realmente nada ni los padres que le
encargaban a sus hijos, ni sus “amigas”, ni los familiares que no tenía; la que
siempre gustaba de vivir en pequeños cuartos o áticos bajo llave, encerrada con
sus obsesiones.
Todos estos datos que para muchos la bajarían de su trono, que
harían que la empezaran a mirar con sospecha, para mí la convierten en ser
humano, en uno bien particular, lo que explica su mirada en las fotos, con sus
ángeles y sus demonios, con un espíritu investigativo y forense, nacido de
traumas previos o de enfermedad mental o simplemente de su personalidad, una
mujer aguda, inteligente, curiosa, valiente, atrevida y con carácter, mezcla
que a tantos pone a temblar hasta el punto de preferir llamarla loca que
aceptar que era excepcional y superior a muchos y a muchas. Un fantástico
personaje de literatura, de novela policiaca o de misterio, un personaje con
luz y oscuridad que para colmo dejó en la vida real una inmensa colección de
hermosas fotografías que muchos amateurs envidiamos y adoramos. Vivian Maier de
los mataderos, Vivian de los animales muertos junto a las aceras, Vivian de los
tachos de basura, Vivian de los barrios bajos y la gente de la calle, Vivian de
la escena del crimen. Vivian Maier, artista forense.
Imágenes disponibles en: http://www.vivianmaier.com/
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